Presentación: Jardines para los ciudadanos

Los jardines vuelven a acercarnos la naturaleza. Las sociedades primitivas obviamente no se ocuparon de la jardinería, que vino de la mano de la civilización. La población se concentró (en las ciudades, civitas en latín) y los jardines trataron de suplir esa falta de naturaleza. En esa labor de imitación, la jardinería nos recuerda a antiguos lugares con los que el hombre convivió durante milenios: prados, flores, arboledas, setos que rodean propiedades, etc.
Pero en la actualidad, el jardín compite por el espacio de la ciudad, donde el metro cuadrado de suelo tiene un gran valor. La gestión de los jardines se encuentra en una encrucijada. Con tantas crisis rodeándonos, la jardinería debe ser, obligatoriamente, austera, sostenible y respetuosa con el medioambiente. Lo que significa que debe de consumir la menor energía posible, a poder ser renovable, la menor cantidad de materias primas y producir el menor número de residuos. Además, y lo que es más importante, no se debe olvidar la importante función social que tienen los jardines.

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Los jardines son un bien público y como tal deberían ser tratados por las Administraciones. No solo producen efectos estéticos en las ciudades, también dan beneficios ambientales y sociales (absorben CO2, amortiguan los ruidos, dan sombra, ofrecen espacios para la convivencia y la contemplación, etc.).
En la actualidad, la jardinería sufre también su propia crisis. Varios factores influyen en ello. Pese a ser un bien público, la gestión de los jardines municipales se ha ido privatizando poco a poco y existe actualmente un debate sobre la idoneidad de este tipo de gestión. Las tendencias en la jardinería actual priman determinadas actuaciones de dudosa sostenibilidad y necesidad, como es la generalización de macizos de flores continuamente renovados. Se siguen practicando tratamientos de poda que no han incorporado los grandes avances teóricos y prácticos sobre la biología de la poda. Aún no se ha conseguido que la infinidad de obras que sufren las ciudades no afecten al arbolado urbano y a las zonas ajardinadas. Sin embargo, tras varios siglos de práctica de la jardinería y después de los grandes avances que han tenido lugar en los últimos años (por ejemplo con la automatización de los riegos), existen muchas herramientas para una gestión sostenible de nuestros parques y jardines.
Seguramente los ciudadanos tenemos una gran responsabilidad en vigilar y denunciar las prácticas que nos parezcan poco sostenibles, agresivas con el medio ambiente o derrochadoras. Somos los usufructuarios del bien público que son los jardines, que se mantienen con el presupuesto derivado de nuestros impuestos. También la sociedad civil, los ciudadanos actuando de manera colectiva, tiene un papel importante, debido a su mayor capacidad de presión.